Las auroras boreales son un extraordinario fenómeno natural de luces que se produce en las regiones polares de nuestro planeta. Desde la prehistoria han sido objeto de admiración y temor por las culturas las regiones árticas. Alrededor de ellas se han ido formando multitud de leyendas hasta que la ciencia ha decidido aventurarse a su estudio para darles una explicación lógica. La interacción de la radiación solar con el campo magnético terrestre hace que las partículas de nuestra atmósfera liberen energía en forma de colores azulados, verdes y violetas, que al ser movidos por el viento provocan un espectáculo mágico, sólo visible desde las regiones más polares. Pero, ¿Cómo es su formación al detalle? En este artículo voy a intentar explicar este fenómeno de la forma más específica posible; así como contar algunas de las leyendas más famosas que han generado estas hermosas luces naturales.

La atmósfera terrestre

Estructura de las capas que envuelve y protege a la Tierra

Lo primero que debemos conocer para entender el origen de las auroras boreales es la estructura que tiene nuestra atmósfera. Como podemos ver en las imagenes de más abajo, la Tierra está protegida por dos capas principales: la atmósfera y la magnetosfera.

La atmósfera está formada también por varias capas, que de más interior (o más cercana a la Tierra) a más exterior serían: Troposfera, Estratosfera, Mesosfera, Termosfera y Exosfera. Estas capas están separadas por lo que se conocen como «pausas», zonas donde se producen inversiones térmicas. La composición principal de estas capas es de Nitrógeno, Oxígeno e Hidrógeno y, aunque se detectan más componentes, su presencia es muy inferior en relación a los mencionados. En función de en qué capa se encuentren estos elementos, poseen diferentes niveles de energía, poseyendo los de las capas más internas un nivel de energía inferior, y por tanto siendo más fáciles de “excitar” a nivel químico. Esto es importante recordarlo para comprender más adelante la presencia de diferentes colores y tonalidades en las auroras. Como podemos ver en el gráfico, la región principal donde se producen las reacciones que llevan a la formación de las auroras boreales es la Termosfera aunque, en función de la energía que reciba la Tierra y la actividad de la ionosfera, esto puede variar.

Por encima de la atmósfera encontramos la otra capa protectora, sin la cual no sería posible la vida en la Tierra; la magnetosfera. Se trata de una capa que está formada por la interacción del campo magnético de la Tierra y el viento solar y se encuentra rodeando nuestro planeta, a modo de escudo protector. Precisamente la forma que presenta esta capa, está determinada por ambos factores, es decir, tanto por la intensidad del viento solar como así también por la intensidad del campo magnético terrestre. De este modo, su forma y densidad varían considerablemente y, cuanto más intenso sea el viento solar, más comprimida será la magnetosfera. Esta capa, se conecta con la atmósfera por medio de su capa inferior, la ionosfera. Una capa activa y cambiante en función de la energía que recibe del sol, y que se entremezcla con la mesosfera, termosfera y exosfera.

El proceso

Formación de la famosa dama verde

La radiación emitida por el sol es arrastrada por los vientos solares hasta la Tierra, donde choca contra la magnetosfera. Esta, absorbe parte de la radiación y la direcciona hacia los polos terrestres, por donde penetra hacia las diferentes capas de la atmósfera. Esta energía es absorbida por los átomos, y posteriormente liberada en forma de color mediante una reacción exotérmica. Como bien leíamos antes los elementos que nos encontramos en las diferentes capas tienen diferentes estados de energía, de modo que en función de la cantidad de energía que llegue se “excitarán” unos u otros produciendo los diferentes colores. El color más común es el amarillo/verde pálido que proviene de los átomos de Oxígeno que se encuentran en las capas bajas de la atmósfera (95Km) y son más fáciles de excitar. Por encima de este nos encontramos con el Nitrógeno, que origina colores azulados en las capas bajas y morados en las capas un poco más superiores. Por último nos encontraríamos el Oxígeno de las capas superiores (320Km), el más difícil de excitar y que provoca el raro fenómeno de las auroras rojas o rubíes. Ahora que ya comprendemos un poco mejor el proceso ya podemos imaginarnos que su presencia e intensidad depende de muchos factores.

Con respecto a si las auroras solo se producen en invierno o cada cierto número de días, decir que no es una afirmación del todo correcta. La Tierra está recibiendo radiación solar constantemente, por lo que las auroras se producen constantemente. La razón por la que no se ven muchas veces es porque en ausencia de erupciones solares, la radiación que se recibe no tiene tanta energía como para producir auroras muy intensas o que desciendan desde los polos hasta latitudes donde sean más visibles.

Las leyendas

Multitud de mitos y leyendas envuelven a estas luces

  • En Finlandia la aurora boreal se conoce como “zorros de fuego”, o “revontulet”, una antigua leyenda sami atribuía las luces en el cielo a las chispas que producían las colas de los zorros árticos al golpearse contra la nieve cuando corrían. En otras versiones, los colores eran provocados por el reflejo de la luna en los copos de nieve que barría la cola del zorro.
  • La cultura popular escandinava  ofrece diversas explicaciones relacionadas con animales,  como hacer responsables de las luces a grandes bancos de arenques, que reflejaban su brillo en el cielo;  otros grupos creían que la luminosidad procedía de las antorchas que llevaban los lapones cuando salían en busca de renos.
  • En Estonia, creían que las ballenas eran las responsables de la aurora, ya que con sus chorros de agua coloreaban el cielo.
  • En las culturas orientales, como en China y Japón,  atribuyen el origen de los dragones a la aurora boreal. Tradicionalmente se han relacionado las luces aurorales con  los espíritus de serpientes y dragones danzando en las alturas, especialmente en las culturas orientales, como en China y en Japón, donde consideraban a la aurora responsable del mito del dragón.
  • En el este de Groenlandia, los esquimales identifican las auroras con las almas de los bebés que han nacido muertos o que han sido asesinados.
  • En América del Norte, los indios de la tribu Amrimen Fox sentían terror al contemplar las luces de la aurora boreal, pensaban que eran los espíritus de los enemigos que habían matado que regresaban para vengarse.
  • Los antiguos griegos creían que el dios Apolo cabalgaba a espaldas de un cisne hacia una región del norte llamada Hiperbórea, allí  pasaba los inviernos y se  manifestaba en forma de aurora.
  • Los vikingos tenían un amplio repertorio de leyendas para explicar las auroras, como creer que las luces nocturnas eran el destello de los escudos de las valkirias, deidades femeninas menores que elegían a los guerreros más heroicos caídos en combate para que lucharan junto a Odín en la batalla del fin del mundo. También asociaban las auroras con la diosa Freja, creían que los brillos en el cielo eran la visión que tenían de la diosa montando a caballo.

 

Para acabar este comentario sobre las leyendas, unos datos curiosos sobre el comportamiento humano en relación a las auroras, dependiendo si se identificaba con algo bueno o con algo malo se intentaba atraer o alejar el fenómeno. Por ejemplo, los nativos sami creían que estos fuegos tenían efectos mágicos, podían resolver conflictos y que podían atraerlas hacia ellos si silbaban bajo ellas; los indios koyukuk intentaban atraerlas golpeando instrumentos de cocina. En cambio, algunos grupos esquimales evitaban verlas y lanzaban orina y excrementos de perro para ahuyentarlas. Algunos esquimales llevaban cuchillos para protegerse de posibles malas influencias. Los lapones enseñaban a los niños a comportarse con respeto y  procuraban evitar burlas y silbidos en su presencia para pasar desapercibidos y evitar daños.

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